El joven pastor. ( Historias Entrelazadas)

Samuel se levanto antes de que el sol se dejase ver entre los cerros que se levantaban alrededor del pueblo, se desperezo estirando los brazos. Permaneció un rato sentado en la cama mirándose los dedos de los pies, tras bostezar por tercera vez decidió ponerse en marcha, si se quedaba mas tiempo sentado la tentación de volver a dormirse seria demasiado fuerte. Dormía poco ultimamente tenia que reconocerlo, aunque no le importaba, cortejar a aquella muchacha era mucho mas divertido e interesante que dormir. Vertió agua en la palangana de la jarra que subía cada noche, se lavo la cara afanándose en despejarse quitarse las legañas. Bajo por las escaleras tratando de no hacer ruido, no quería despertar a su hermana pequeña a la que aun le restaban un par de horas de sueño. Oyó ruidos en la cocina, entro en ella y saludo a sus padres, su madre le sonrió mientras dejaba en la mesa un taza de café caliente y un par de rebanadas de pan con miel, su padre sin embargo se limito a mirarlo hoscamente. Llevaba así desde que había decidido dejar el trabajo en la serrería, aquel no era un mal trabajo, pero su padre era encargado de su sección y el prefería tener algo mas de libertad, cuando su abuelo materno enfermo decidió hacerse cargo del rebaño de ovejas que este había cuidado desde que tenia uso de razón, "Hace poco y no es que tengas mucho" habría dicho su abuela la cual se burlaba de todo y de todos.

Samuel aspiro el aroma a café y tomo la primera de las rebanadas, saboreo el primer bocado, deleitándose con la espesa   y dulce miel en su boca, su  padre comía también mientras que su madre se sentó en la mesa tan solo con una taza de café, seguía siendo la mujer mas guapa del pueblo y no porque fuese su madre,lo era, además las frecuentes broncas de su celoso padre con algunos hombres del pueblo que se dirigían a su mujer en un tono que el juzgaba inadecuado podrían servir de medidor. Pensó en la madre de su amigo Julian, por ella nunca se peleaba nadie, es mas probablemente el padre de Julian estaría encantado de que se la llevasen. Aquel pensamiento lo hizo sonreír, su madre lo miro inquisitiba, el se sonrojo y le quito hierro al asunto un gesto, su madre puso los ojos en blanco, el volvió a sonreír.

Comió y bebió el resto del desayuno, beso a sus padres y se despidió de ellos, antes de salir recogió el zurrón que contenía agua y el almuerzo. Salio a la calle con los primeros tímidos rayos de luz, el perro del vecino le ladro como cada mañana y el gallo que tenían comenzo a cantar. Se quedo parado un momento sopesando porque aquel chucho lo ladraba siempre, no encontró ninguna respuesta satisfactoria. Echo a andar hacia las afueras del pueblo, allí su abuelo guardaba el rebaño en un gran cercado, miro detenidamente a los animales, todos parecían estar bien. En cuanto lo vieron acercarse, sus cuatro perros se acercaron agitando el rabo, entro en el corral, puso agua para los perros y saco de su zurrón algunos huesos que había logrado sustraer de la cena de la noche anterior, los repartió como buenamente pudo, aunque como siempre, Negro, un inmenso mastín del mismo color que su nombre se las apaño para comer mas que los demás. Por fin abrió la puerta del cercado y azuzo a las ovejas para que saliesen, le esperaba un largo día de pastoreo con la única compañía de aquellos animales.

Hacia el medio día, paro para comer, de momento el día había transcurrido sin novedad, se había cruzado con un par de comerciantes, uno de ellos le advirtió sobre cierto par de sujetos que habían atracado a otro comerciante el día anterior, al oír esto Samuel  levando el garrote que llevaba. Saco pan y queso para comer y llevaba agua para beber, prefería no tomar vino, lo atontaba bastante, su padre siempre se metía con el por aquello. Comió despacio observando a sus perros hacer su trabajo, Negro no tenia mucho que hacer, su sola presencia le bastaba a las ovejas para encontrar un camino mas adecuado, por otro lado Pelao se desgañitaba ladrando, cuando lograba incorporar las ovejas al grupo, movía la cola feliz y miraba a su dueño. Los dos mas jóvenes se andaban peleando a saber porque, lo hacían constantemente a no ser que negro anduviese cerca, en aquel momento Cerveza mordisqueaba el lomo de Licor, su abuelo era bastante especial para ponerle nombres a sus animales, su caballo se llamaba Aguardiente, y a todas sus ovejas las llamaba Florinda, al menos a su padre le había puesto un nombre normal.

Termino el ultimo trozo de pan y bebió un largo trago de agua, se recosto bajo la encina donde había parado a comer, mas tarde supuso que se habría dormido, el caso es que no vio a los dos tipos venir. Cuando abrió los ojos tenia el cañón de una escopeta ante sus ojos, trato de alcanzar el garrote pero solo logro recibir una patada en las costillas, lanzo un gemido de dolor y miro a los dos tipos, uno era calvo  y apenas tenia dientes el otro llevaba un sombrero demasiado nuevo, no hacia juego con la mugrienta ropa que ambos llevaban, llevaba barba de una semana y un poblado bigote, además llevaba la escopeta, tenia unos ojos fieros, Samuel  trago saliva. El segundo tipo le dijo que le diese todo lo que llevaba, el primero lo apremio con una nueva patada en las costillas. Samuel le indico que no tenia nada de valor, el hombre calvo cogió el zurrón y luego se agacho para registrarlo, encontró el colgante que su madre le había regalado y se lo arranco, aquello le hizo hervir la sangre, querría aplastar las cabezas de aquellos dos malditos seres.

El desdentado se incorporo y le hizo un gesto al del bigote, este se giro, Negro corría hacia ellos, no ladraba, no gruñía, pero sus ojos estaban fijos en aquellos dos hombres, Samuel aprovecho el despiste y se movió rápidamente para alcanzar su garrote, todo sucedió rápidamente, un disparo, el gemido lastimero de un perro,
el sonido de un hueso al romperse, otro disparo y luego oscuridad.

Samuel no supo hasta volver a su casa donde había estado ni cuanto tiempo había estado dormido, ausente entre los escalofríos de la fiebre. Si podía recordar haber sentido unas manos tocando su hombro, dañado por el disparo recibido.

Cuando abrió los ojos por primera vez desde lo ocurrido, sus ojos tardaron en acostumbrarse a la penumbra,   puedo ver a un anciano sentado, cuando le hablo este solo le hizo un gesto indicándole que se volviese a dormir. Durante los días que paso allí, aquel hombre le llevo comida, le cuido la herida, pero nunca le dirigió la palabra. El ultimo día Samuel se sintió con fuerzas para levantarse, se sintió mareado al dar los primeros pasos pero resultaba reconfortante volver a estar de pie, camino por aquella estancia, en una mesa, vio algunos objetos, una navaja, una taza de metal y un retrato, cogió esto ultimo y lo miro, en el mismo pudo ver una pareja, un joven moreno y fuerte y una guapa muchacha, con una gran sonrisa. Oyó unos pasos y se giro, el anciano se quedo parando mirándole.

- No toques eso, dejalo donde estaba, y marchate- le dijo el anciano fríamente, Samuel quiso responder, pero no supo que decir, el anciano lo acompaño hasta la salida de aquel extraño lugar, Samuel salio y se giro para darle las gracias, pero las palabras quedaron en su boca, el viejo había vuelvo a entrar.


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