Las noches eternas.

Y tras tomar el enésimo trago de whisky de mi petaca, mientras miraba las luces de la ciudad, sentado en mi coche, con la radio puesta haciéndole el coro a mi imparable cerebro. Yo que perseguía como cada noche un descanso que solo podría alcanzar tras empapar mi estomago y aletargar mis neuronas con aquel liquido dorado, decidí, yo solo junto a mi masa encefálica, que había dos tipos de noches eternas. Concepto este que me había inventado poco antes, Aclarar que aunque mi mente pueda entrar con facilidad en bucles repetitivos y espirales autodestructivas es perfectamente consciente de lo que hace y el porque aunque como toda mente sabe mentirse, mentirse a si misma, a mi mismo. Disculpen que me diluyo, a lo que iba, las noches eternas. Dos tipos, el primero es el bueno, es aquel que no olvidas jamas, el primer beso, un buen polvo, una noche especial, ya me entienden, esas noches para las que muchos, pasionales, pobres de nosotros, vivimos. Las segundas muchas mas densas, son aquellas en las que recordamos a las del primer tipo y añoramos con melancolía y tristeza, mientras ahogamos las penas en un bar o buscamos un sueño que no llega apoyándonos en ese amigo nuestro de puñalada certera y mas o menos tardía que es el alcohol. Noches largas en las que nuestros recuerdos de aquellas noches felices afloran para perturbar nuestra ya de pos si complicada existencia. Amargándonos por todas aquellas cosas que nos quedaron sin hacer, sin decir, sin oler, sin saborear, sin vivir. Sintiendo como la pasión que nos envolvía en aquellas ocasiones en que bajo la mirada de la luna,  reímos, conversamos, o nos acariciamos con el ser amado, son solo ahora un recuerdo bonito pero triste, ceniza en nuestras bocas sedientas de cariño.....



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