EL SOTANO PARTE I




El agua caliente caía sobre su espalda, resbalando por su cuerpo que años de deporte habían esculpido marcando cada fibra muscular en su piel. Mientras tanto pasaba una afilada navaja de afeitar por sus mejillas y su barbilla, lenta y metódicamente, eliminando el incipiente bello de su rostro. Disfrutaba con el áspero sonido que producía la navaja al pasar contra su barba. Limpio el cristal del espejo para mirarse la cara, sonrió a su reflejo que le devolvió la sonrisa enmarcada en dos ojos azules fríos como el hielo. Luego se pasó la mano por el rostro disfrutando de la renovada suavidad de su cara. Se giró y metió la cabeza bajo el agua para retirar los restos de espuma de afeitar y comenzar su rutina de aseo. Vertió champú en su mano y comenzó a lavarse el pelo mientras silbaba la melodía de Heavy Metal que sonaba de fondo. Froto su cabeza con fuerza durante un par de minutos y luego se aclaró.

Tomo la esponja exfoliante del estante y la puso entre sus dedos, con la otra mano tomo el gel y vertió una generosa cantidad sobre la esponja. Luego froto la esponja por cada centímetro de su piel, con fuerza, le gustaba sentirse suave y limpio, aunque doliese. La única parte que no se limpió así fue su pene, prefería limpiarlo con sus manos y sentir su tacto, sobre todo en los días especiales como aquel. Cuando termino volvió a enjuagarse mientras orinaba en la ducha, un pequeño placer que se permitía entre tanta limpieza. Por último tomo el aceite corporal y se unto todo el cuerpo con él, aspirando el delicado perfume que emitía el oleoso líquido. Tras enjuagarse por última vez, cambio del agua caliente a la fría tres veces terminando con el agua fría, no se estremeció ni hizo gesto alguno mientras el agua helada enfriaba su cuerpo, para el solo era otra sensación que disfrutar, aunque fuese parcialmente dolorosa.



Salió de la ducha se envolvió en un suave albornoz y metió los pies en unas zapatillas, abandonó del cuarto de baño y condujo sus pasos hasta la cocina. Allí vertió en una taza café solo y fuerte cuyo olor inundaba la estancia, dio un sorbo, paladeo el amargo sabor que se deslizo caliente por su garganta, camino hasta la sala de estar donde se sentó poniendo los pies sobre una mesa de cristal.


Encendió un cigarro, dio otro sorbo al café para mezclar ambos sabores y encendió el televisor. El canal de noticias 24 horas apareció en la pantalla. La estuvo mirando durante unos diez minutos, su café estaba casi terminado y la colilla del cigarro decoraba el cenicero, ya se empezaba a impacientar cuando salio la noticia que esperaba. Una chica había desaparecido hacia una semana y aun no se sabía nada de ella, él sonrió, al fin hablaban de su obra, pero la noticia solo duro apenas medio minuto, ya se empezaba a enfriar el interés de los medios de comunicación en el caso. Eso le enfureció, tendría que darles más de qué hablar.


Fue hasta su habitación y se quitó el albornoz, se acercó hasta el armario y saco unos vaqueros y una camiseta negra. De un cajón saco la ropa interior también negra. Se vistió deprisa, luego se sentó en la cama y se calzo unas pesadas botas de nuevo de color negro. Se miró en el espejo del armario mientras se colocaba un cinturón coronado con una pesada hebilla. por último, se peinó con los dedos el pelo, aun no estaba los suficientemente largo como para necesitar peines. Se encamino hasta la puerta de salida, ante ella miro por la ventana el sol ya se ponía así que desecho las gafas de sol, tomo una cazadora de cuero de un perchero, las llaves, la cartera y el tabaco que descansaban en la mesilla de entrada. Tomo el pomo de la puerta y fue a abrirlo, pero se detuvo. Dio media vuelta y fue hasta la puerta del sótano, abrió esta vez si la puerta, encendió la luz que hizo que un par de bombillas que colgaban del techo iluminaran tenuemente el techo, cerró la puerta y comenzó a bajar deprisa los escalones. Una vez abajo se acercó a los barrotes de la celda, la chica retrocedió hasta la esquina más alejada.


- No temas - susurro él. - Vengo a darte una buena noticia, hoy tendrás una amiga - prosiguió el. Ella soltó un balbuceo ininteligible y comenzó a llorar. El la observo unos instantes.


Adiós Princesa - se despidió. Deshizo sus pasos y salió a la calle, de caza.










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