La niña preguntona ( Historias Entrelazadas)

Sin duda era una niña valiente a la que le esperaba un gran castigo, aunque en aquel momento mientras caminaba  jugando con su cachorro no pensaba en eso. Cuando se despidió de su madre aquella mañana no se dirigió al colegio, sino que tomo otro camino. Ando a hurtadillas hasta que salio del pueblo y se salia del camino cada vez que veía a una persona a un carro. De momento nadie la había visto y ya estaba llegando a su destino, conocía donde quedaba la cueva del Señor de las arañas  porque había pasado varias veces por alli en sus viajes a ver a sus primos, pero nunca se había adentrado en la zona pantanosa donde se suponía que vivía el hombre. Siempre que su familia pasaba por allí, su padre o su hermano hacían un comentario sobre el angosto sendero que nacía en el camino y se adentraba en los pantanos, donde vivía aquel tipo raro, "ese loco" como decía su padre. La niña no se lo pensó dos veces y cuando llego a aquel lugar tomo el estrecho sendero. Camino a buen paso pero cuando estuvo en lo mas profundo de los pantanos su cachorro se negó a seguir andando, estaba asustado, ella lo miro con los brazos en jarras y lo tomo en sus brazos mientras recorría el resto del camino, poco a poco el pantano desapareció y fue dejando paso a algunos arboles y arbustos, pronto se encontró ante su meta.

Soltó al cachorro, observo la entrada de la cueva durante unos instantes  y por fin entro. Sus ojos tardaron un poco en acostumbrarse a la oscuridad del interior, cuando lo hicieron pudo ver un par de sillas, una mesa y una cama, miro al techo y a las paredes y vio decenas de telarañas coronadas por una gran araña, puso cara de asco , reviso otra vez la estancia y algo enfurruñada por no haber encontrado al Señor de las Arañas en la cueva se sentó en una de las silla a esperarlo. Saco queso y pan para amenizar la espera. Masticaba ensimismada un trozo de queso cuando en el interior de la cueva apareció el Señor de las arañas, ella se sorprendió al ver que aparecía como de la nada y el se quedo petrificado al ver a la pequeña dentro de su cueva, al fin fue esta ultima quien rompió el silencio.
-¡Hola!- exclamo, mientras se ponía de pie y su cachorro se escondía detrás de sus piernas, el anciano la miro de arriba, abajo como si no fuese de este mundo, paso un largo minuto.
¿No piensas hablarme?- le pregunto ella. -Se que hablas- aquella pregunta desconcertó totalmente al viejo, que se puso colorado.
- No pasa nada,tengo tiempo- la niña volvió a sentarse y se metió en la boca un trozo de pan, por fin el anciano se acerco a ella con pasos vacilantes.
- ¿Que haces aquí?, ¡vete!- dijo por fin, su voz era algo ronca.Ella lo miro sentada en la silla.
- Mi padre dice que no hay que ser descortés con los invitados-repuso ella. Aquella respuesta exaspero al hombre.
-¡Yo no te he invitado!- dijo alzando algo la voz, la pequeña no se asusto ante la poderosa voz de aquel hombre.
-En cierto modo  lo hizo, usted salvo a mi hermano cuando lo atacaron aquellos bandidos- volvió a responder  ella, eso volvió a descolocar al anciano que se paso la mano por el pelo nervioso.
-¿entonces a que has venido?- pregunto el torpemente.
- A darle las gracias- dicho esto se levanto y abrazo al anciano, este se quedo mirando la cabeza de la pequeña abrazada a su cintura sin saber muy bien que hacer, tenia un bonito pelo castaño. Ella alzo la vista y le miro a los ojos.
- ¡Gracias!-el observo sus enormes y vivaces ojos marrones, sus mejillas sonrosadas, su gran sonrisa, logro apartar a la muchacha algo turbado.
- No hay de que, hice lo que cualquiera haría- dijo por fin. Se dio la vuelta incomodo y nervioso, el gesto de aquella niña, su primer contacto cariñoso en años con otro ser humano lo había perturbado.
-¿Podria decirme como ha entrado sin que lo viese?-pregunto la niña a su espalda, el sonrió y le hizo un gesto con la mano. Avanzaron hasta el fondo de la cueva, el retiro una tela del mismo color gris que la cueva y le invito a pasar por el hueco que quedo al descubierto.

Al otro lado la niña, abrió desmesuradamente los ojos cuando vio lo que había allí, un gran agujero en la roca dejaba entrar la luz, allí donde daba la luz, había plantado un pequeño huerto, incluso había césped y flores, pudo ver una cama mucho mejor que la que había fuera, otra mesa, sillas. Un pequeño arrollo de agua clara corría por allí y se perdía en el interior de la montaña, vio una pareja de conejos y se asusto mucho cuando un halcón llego volando a posarse en el brazo del anciano. Este le sonrío.

- Esta es mi verdadera casa-dijo el.
-¡Es genial¡-repuso ella- ademas no solo te llevas bien con las arañas sino con mas animales- el anciano lanzo una carcajada ante la respuesta de la cría. Se oyó un ladrido, la cría miro en la dirección de donde venia, "Negro", apareció  detrás del huerto cojeando, y moviendo efusivamente la cola.
-¡Es negro,!-grito ella, corrió a abrazar al perro que le lamió la cara, el cachorro perdió el miedo cuando vio a aquel perro grande y familiar, negro también lo saludo.
-Apareció la noche en que traje a tu hermano aquí, muy malherido, pero salio adelante, solo que cuando tu hermano se fue aun no podía andar un camino tan largo- explico el.
-Mi hermano no se fue, usted lo echó- le contesto ella reprobadoramente. El volvió a sonrojarse.
- Si... bueno...- ella volvió a abrazarse a el.
- Gracias por salvar también a negro- dijo ella, el disfruto el contacto, de aquel abrazo sincero y le revolvio el pelo a la muchacha. Después de hacerlo, se miro la mano, y empezó a llorar.
-¿Porque llora?- pregunto ella.
-¿Sabes que preguntas mucho?- respondió el.
-Si, ¿y que?, ¡no llores!- dijo sonriente, el le devolvio la sonrisa, paso un rato contándole la historia de su vida y respondiendo a las preguntas de la niña.

Pasadas un par de horas se oyeron voces en el exterior, ambos salieron de la mano, fuera de la cueva se había agolpado la familia de la niña. Cuando su madre la vio corrió a abrazarla, el resto se mantuvo un poco al margen y su padre estaba visiblemente enfadado.

- Vine a darle las gracias por cuidar de Samuel- susurro ella. Cuando lo dijo todos le miraron, su hermano avanzo y le tendió la mano en señal de agradecimiento.
- De nada muchacho- cuando el anciano hablo, todos se miraron, "habla" susurraron algunos.
-¡ Claro que habla-dijo la pequeña, acto seguido fue presentándole a todos los que habían ido, su padre abrazo al anciano dejando de lado por una vez su pose de hombre duro. Charlaron un rato hasta que se empezó a hacer tarde y tuvieron que marcharse.

El viejo y la niña se abrazaron por ultima vez.
-¿Por cierto niña, como te llamas?-pregunta el.
-Paula, ¿y tu?- repuso ella.
. Llámame amigo- le respondió revolviendole el pelo.

A partir de aquel día, cada domingo, el señor de las arañas visito a sus amigos del pueblo y siempre se reservaba un par de horas para estar con aquella pequeña de infinitas preguntas, inquieta y de sonrisa permanente.

Para Paula, con mucho cariño.



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1 comentarios:

lisara dijo...

ooooooooohhhhhhhh!!!!!!!!!!!! que tierno!!! ains... que bonico!!