El Señor de la torre.

Cuenta la leyenda que en un lejano país habitaba un hombre muy muy rico, este hombre vivía en una gran casa en lo alto de una colina. El hombre estaba casado y tenia varios hijos y numeroso personal a su servicio.

Un buen día o mejor dicho, un mal día, tuvo que salir a hacer unos negocios, los cocheros prepararon el coche de caballos y escogieron a los mejores animales para tirar de el. Como en cada viaje se hizo acompañar de su mayordomo, además del conductor y un par mas de sirvientes. Durante el trayecto unos bandidos asaltaron el carro, llevándose su dinero, sus enseres y los caballos. El hombre tuvo que volver a pie a su gran casa, mientras se lamentaba por el dinero perdido.

Al día siguiente llamo a un constructor y se hizo fabricar una torre de diez metros en su casa, al quedar acabada, en lo alto de la misma guardo todo su dinero.

Al mes siguiente decidió que la torre era demasiado pequeña e hizo que la añadieran diez metros mas.

A los seis meses, volvió a llamar al constructor y le pidió que midiese treinta metros. Una vez finalizada se instalo en lo alto de la torre junto con sus bienes, desde la ventana podía ver todo el pueblo y a sus gentes.

Al año, llamo de nuevo al constructor, quería una torre de  cincuenta metros de alto, el constructor se afano en construir la torre, que quedo imponente. Una vez instalado en ella el hombre dejo de bajar a las comidas e hizo que su mayordomo se las trajera. Apenas veía a sus hijos ni a su esposa siempre mirando desde la torre, cuidando su dinero.

Pasaron los años y la torre fue siendo cada vez mas alta, cien metros, ciento cincuenta, doscientos, su familia abandono la casa, hartos de su obsesión y el servicio dejo de ser necesario. Tan solo se quedo con el mayordomo. Descuido todos sus negocios también, solo tenia ojos para su torre, donde gasto y gasto muchisimo dinero.

Cuando habían pasado diez años desde que se puso la primera piedra de la torre, el señor pidió la comida a su mayordomo, este bajo a comprar al mercado lo que necesitaba para hacerla, la preparo, pero cuando ascendía trabajosamente los cientos de escalones sufrió una caída. El señor se extraño ante la desaparición del mayordomo, pasadas unas horas decidió asomarse al balcón para pedir ayuda. Se asomo pero no podía distinguir el pueblo de tan alta que había hecho la torre. Grito y grito durante horas, quizá días, pero nadie podía oírle.

Allí lo encontraron después de mucho tiempo, con los ojos abiertos mirando al infinito y con las manos empuñando sus ultimas monedas.

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