Motivos....

Los dos hombres permanecían sentados entre las ruinas de una casa, el mas viejo fumaba y miraba las volutas de humo ascender hacia el encapotado cielo gris. El otro rascaba con su cuchillo el fondo de una lata de conservas. A su alrededor decenas de hombres se afanaban en las diversas tareas que una guerra requiere. Algunos limpiaban las armas, otros cavaban refugios y los acondicionaban, los suboficiales se encargaban de que todas estas tareas se llevasen acabo, repartían ánimos, cigarrillos y consejos a los mas bisoños.

Los dos hombres levantaron la cabeza al oír los gritos de un enlace, lo vieron aparecer corriendo entre los arboles, este se detuvo ante dos soldados que acabaron por señalar hacia la casa en ruinas. El enlace troto hasta la casa, se cuadro y anuncio:

- Mensaje para el capitán Schimdt -

El mas viejo de los dos hombres tendió su mano al enlace sin mediar palabra, este le entrego el mensaje. El capitán leyo el contenido del mismo mientras se rascaba la barba de una semana, arrugo el papel murmurando algo ininteligible. A continuación se dirigió hacia el joven enlace, no tendría mas de veinte años, sudaba y respiraba trabajosamente.

- Siéntate un rato muchacho, descansa  y bebe algo , te hará falta dijo tendiéndole una cantimplora.

- Gracias, mi capitán. - respondió el muchacho sentándose en una piedra y le pego un largo trago a la cantimplora. En ese momento el tercer hombre entro en la conversación.

- ¿Buenas noticias señor? - pregunto dirigiéndose al capitán.

- Magnificas Renke, tanques enemigos al este, tanques enemigos al oeste, y por supuesto tanques enemigos al sur.- contesto irónicamente el capitán.

- Y por supuesto tenemos que defender esta posición en vez de replegarnos a unas posiciones mas defendibles, ¿cierto señor?- prosiguió Renke.

- Así es sargento, así es- repuso el capitán. El sargento Renke lanzo una maldición y saco otro cigarrillo.

Ambos se sumergieron en sus pensamientos mientras el joven recién llegado había sacado de su macuto papel y lápiz y escribía apoyado en un baldosin.

- ¿A quien escribes muchacho?- le pregunto el capitán.

- A mi novia, señor, esta allá en Berlin- contesto el joven- ¿Quiere verla? - tendió una foto al capitán sin esperar la respuesta de este, deseoso de mostrar la belleza de su novia.
El capitán tomo la fotografía y la contemplo. Una joven de largo cabello castaño sonreía apoyada en un árbol, vestía un vestido veraniego y llenaba la foto con su sonrisa.

- Tienes muchas suerte muchacho, es una chica realmente guapa. - se pronuncio el capitán.

- Si que la tengo señor, es una gran mujer- repuso el joven, visiblemente contento ante la aprobación del capitán.

- ¿Y tu mujer sargento, sigue bien?- pregunto el capitán a su sargento.

- Trata de no quejarse de las penurias de los bombardeos y las privaciones respecto a la comida en las cartas que me envia,  es una mujer fuerte sino no me aguantaría - guaseo el sargento.

- Muy fuerte, sin duda, a mi me cuesta aguantarle- continuo bromeando el capitán.

- Visto lo visto, le invito a mi casa señor, así podrá preguntarle a mi esposa como lo hace.

- Le tomo la palabra sargento.- El capitán rebusco en su cartera y saco una fotografía se la tendió al muchacho. - Te presento a mi esposa y a mis dos hijos.

El muchacho contemplo un rato la fotografía tal como el capitán habia hecho previamente con la de su novia.

- Su esposa también es muy bella,señor- anuncio por fin el muchacho.

- Si, a ella salieron mis hijos- convino el capitán.

- Demosle gracias al cielo por ello, señor- intervino el sargento. El muchacho quedo algo contrariado ante esta broma, no era normal que un soldado bromease así con su superior, pero el capitán rió con ganas la broma del suboficial.

- Tengo ganas de verla a ella y a mis dos pequeños diablos, sobre todo a la pequeña, llora mucha la ultima vez que estuve de permiso, cuando me marche.

- ¿Acaso luchamos por algo mas que volver a ver a nuestras familias y por nuestros camaradas del frente?- pregunto para si mismo el sargento. Los tres permanecieron pensativos durante un largo tiempo, recordando días mejores junto a sus seres queridos.

- No lo creo sargento, no lo creo...  - murmuro el capitán, aplastando bajo su bota la colilla de un cigarro.

La noche se echo sobre ellos, el joven enlace volvió a su puesto, donde debería recoger otro mensaje que tendría que llevar arriesgando su vida a algún punto del frente. El sargento y el capitán se apostaron junto al resto de los hombres de su compañía en las trincheras que habían preparado, esperando el ataque del enemigo. El cañón ya tronaba a lo lejos












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