Pequeños gestos, Grandes Momentos

Noche de Verano en una ciudad interior española. Calor sofocante que anima a estar fuera, en la calle o en la terraza, en nuestro caso es esto ultimo, una terraza. Balcón a un mundo que poco nos importa en ese momento concentrados como estamos en las palabras que dice el otro. Charlando de todo y nada, porque en ese momento el contenido es lo menos importante, es la forma. Cada tono de voz, cada movimiento de labios, cada mirada. Cada uno de esos pequeños gestos que la vuelven cada vez mas irresistible, que hacen que mi corazón se acelere.  Pero yo soy tímido y no me quiero precipitar así que saboreo esa sensación sin atreverme a dar un paso mas. Tras terminar una de sus frases, gira la cabeza y mira al infinito, el perfil de su rostro se recorta en las luces nocturnas. Me intriga saber que piensa en esos momentos en los que se queda tan pensativa, tan pensativa como bella debo aclarar. Y esa belleza que mis ojos paladean con deleite hacen que no me pueda callar.

- ¡Que bonita eres!- le suelto de repente. Ella se gira y baja la cabeza sonrojada, el rubor de sus mejillas aumenta mas si cabe su encanto. Levanta la cabeza, un mechón de cabello ha caído sobre sus ojos, estiro la mano y lo colo detrás de su oreja. He visto ese gesto mil veces en la tele y ahora puedo hacerlo yo, delicadamente. Ella me sonríe, yo beso la mano que tiene apoyada en la barandilla. Lo hago un par de veces y sigo subiendo por su brazo, mis labios rozan su piel levemente. Me acerco a su mejilla la beso, mi nariz se impregna de su perfume. Busco su boca, sus labios me reciben, su sabor me embriaga, ahora estoy perdido, perdido en ella.


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