EL SOTANO PARTE IV
Se sentó delante de la
pantalla de la computadora, encendió el aparato y espero mientras este
arrancaba. Coloco un cigarro entre sus labios y lo prendió. Una vez dentro de
la computadora acciono el sistema de cámaras y micrófonos que tenía en el
sótano y observo. Princesa había salido ya de la celda y trataba de desatar a
Pequeña, había atado las cuerdas con fuerza y le costaría un rato. Mientras
tanto el llanto de Pequeña se había convertido en un sollozo continuo apenas
audible, aunque su cuerpo se convulsionaba de vez en cuando. El observaba con
atención sin perder detalle. Tras cinco minutos de forcejeo Princesa logro
liberar a su compañera y arrastrarla como pudo hasta el colchón, luego con un
pañuelo que mojo con la botella de agua que tenían para beber limpio la sangre
que brotaba de las nalgas y la espalda de Pequeña que se estremecía con el
contacto.
-Habría que desinfectarlo-
dijo para sí misma, pero en voz alta. El la escucho a través del altavoz. Se levantó
y bajo corriendo las escaleras. Princesa se echó encima de Pequeña queriéndola proteger
cuando escucho el ruido de la puerta.
- ¿Eres enfermera? - le
pregunto. Ella asintió.
- Eras enfermera, ahora eres
mía, un juguete- le corrigió.
- Si señor- repuso sin
levantar la cabeza.
- ¿Así que crees que hay que
desinfectar las heridas? - pregunto el de nuevo. Un nuevo asentimiento fue la
respuesta.
¿Qué necesitas? -
-Alcohol y yodo y alguna
gasa, señor. - pidió ella. En ese momento Pequeña giro la cabeza y se medió
incorporo.
- Pídelo de rodillas,
suplícame sierva. - obligo él. Ella se acercó a los barrotes y se arrodillo, en
ese momento Pequeña grito.
- ¡Enfermo, Hijo de puta! - y
le lanzo un escupitajo. Él lo esquivo y comenzó a reírse mientras Princesa sujetaba
a Pequeña.
- No hagas eso la advirtió. –
sujetándola por los hombros. Pero él ya había abierto una taquilla con
combinación de la que saco un palo largo terminado en dos puntas de metal. Este
palo administraba descargas eléctricas que podían ser reguladas, le dio una
potencia mediana al aparato. Primero lo uso en Pequeña, y luego en Princesa.
Estuvo varios minutos torturándolas y riéndose. Cuando se detuvo se acercó a
pequeña y le escupió en el rostro.
- Todo lo que hagas tendrá
consecuencias. Pagareis las dos y de propina hoy no comeréis. Te acabare domando,
quieras o no quieras. - advirtió. Luego tomo el palo y volvió a dejarlo en la
taquilla. Se puso ante la celda mirando a las dos chicas, que abrazaban la
desnudez de sus cuerpos.
- ¿A qué esperas?, suplica. -
ordeno sonriendo. Princesa se incorporó lentamente y se arrodillo ante el con
la cabeza gacha.
- Por favor señor, ¿podría traerme
algo para curar a Pequeña? - solicito ella con voz entrecortada.
-Así mejor, vas aprendiendo,
las dos aprenderéis cual es vuestro lugar, darme tiempo. - respondió el. Subió
y bajo con todo lo necesario para curar las heridas de pequeña. Las introdujo
entre los barrotes donde Princesa aun esperaba de rodillas, sin mirarlo apenas extendía
la mano para tomar los objetos. El ascendió de nuevo y se sentó de nuevo
delante del ordenador. Miro como Princesa la curaba y escucho las palabras
cariñosas que le dedicaba a su compañera mientras aumentaba el número de
colillas en el cenicero. Al final ambas se metieron juntas en el colchón y se
taparon con una sábana, mientras Princesa acariciaba el cabello castaño de
Pequeña.
Apago la pantalla y se ducho
con parsimonia. Tras vestirse con un pantalón de chándal y una cazadora con
capucha, salió al garaje, cerró la puerta con llave y cogió su coche. Condujo
primero hasta el supermercado donde compro algo de comida, ingredientes para
hacer un plato de pasta con marisco que tanto le gustaba, algo dulce, cerveza
light, algo de carne y verduras y hortalizas de varios tipos, al final tomo unas cuantas latas de comida para las chicas. Al salir compro tabaco y
tras meter la compra se dirigió a un gimnasio cercano. Hablo un rato con el
dueño que ya lo conocía desde hacía años. Luego estuvo hora y media haciendo
ejercicio, estiramientos, pesos y algo de carrera. Bromeo con las hermosas
chicas de allí y con alguno de los tipos que frecuentaban el gimnasio casi cada
día, como el
Tras terminar volvió a
ducharse, en su taquilla cogió ropa limpia, prácticamente igual a la que llevaba,
apenas si cambiaban la marca del chándal y la sudadera, el negro era su color,
casi toda su ropa era negra. Dejo la ropa sucia en la cesta común donde por un
dinero extra la llevaban a lavar y la dejaban de nuevo en su taquilla, para eso
tuve que meterla en una bolsa con una tarjeta de plástico con su nombre.
Tras salir del gimnasio, fue
a una tienda de electrónica donde compro una cámara y un trípode par la misma,
pago con la tarjeta de crédito.
En un restaurante de comida rápida
se comió una hamburguesa con doble de pepinillos, queso y bacón, sabía que era
comida de mierda, igual que el tabaco, pero no le importaba, tenía sus vicios,
fumar, beber de vez en cuando, comer comida basura una vez por semana y
aquellos que satisfacía en el sótano. Tras terminar de comer tomo un café en un
bar cercano y regreso a su coche.
Cuando hubo guardado la
compra se tumbó en el sofá, se puso la tele de fondo y se echó a dormir, su
mente fantaseo con lo que haría por la noche, pensando en las diferentes cosas
que podía hacerles a sus mascotas, a sus esclavas, aquel pensamiento lo fue
adormeciendo.
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