Pregunta
Rabiamos paseado toda la tarde por la Capital de La Mancha, disfrutando de los monumentos, vistas y gentes varias que ofrece Toledo. También habíamos pasado por alguna que otra tienda, llenas de los souvenirs que tanto abundan allí, llaveros, espadas, armaduras y luego las típicas morteradas españolas como el toro y la sevillana. Nos detuvimos al caer el sol a tomar algo en una terraza bajo la muralla, charlando mientras tomabas un refresco y la noche comenzaba a envolvernos. La terraza contaba con unas bombillas metidas en antiguas lamparas de aceite y el camarero encendió una vela en medio de nuestra mesa. A ambos nos gusto y decidimos quedarnos a cenar. Ella ceno ligero, una ensalada, yo comí mas de lo necesario, probablemente por los nervios o como le dije a ella "Para luego rendir" mientras le sacaba la lengua. Tome secreto ibérico con unas patatas fritas y tarta de chocolate. Hablamos de todo un poco, familia, política, sexo, nos metimos con alguno compañeros de terraza, aunque deje que la conversación la llevara ella. Llegamos al café y ahí me decidí y comencé mi discurso.
- Sabes cielo, la gente , incluida tu siempre dice que tengo respuestas para todo y que me gusta decir siempre la ultima palabra.- Ella asintió y yo continué
- Pues bueno tu me has dejado muchas veces sin palabras, como cuando me dices que te sientes orgullosa de mi, o haces cosas por mi y me demuestras lo que me quieres, hay veces que no se que responder, puede que por miedo o porque este poco acostumbrado a que me digan ciertas cosas, ya sabes que soy un tipo complicado o al menos yo me considero así- mientras hablaba tome una de sus manos acariciando con mis dedos el interior de su mano, mientras metía mi otra mano en el bolsillo y proseguí mientras acercaba la mano que había metido en mi bolsillo a la mano que sostenía .
- Se que no soy perfecto, tengo muchos defectos y que soy bastante complicado de soportar a veces, así que en esto tu tienes la ultima palabra. - la mire fijamente mientras deslizaba un delicado anillo en su dedo. Una pequeña piedra brillaba en el centro del mismo y no, no era un diamante que para eso no llega el bolsillo.
-¿Quieres casarte conmigo?- le pregunte por fin, mientras la luna hacia brillar el anillo y nuestras respectivas lagrimas.
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