HAMOR
En su mirada.
Va de: Poesia.
La posturita
Recuerdo que a ella no le gustaba quedarse desnuda después de tener sexo. Se vestía rápido, yo lo respetaba pero me jodía, siendo sincero me jodía. Tras comentarlo varias veces un día le pedí que se durmiera conmigo, desnuda, completamente desnuda y ella accedió. Nos tapamos con las sabanas, nuestro calor se unió bajo las mantas, mi mano derecha quedo bajo su cabeza y con mi mano sujete uno de sus pechos. Sus nalgas quedaron rozando mi pene, amo el tacto de sus nalgas. Metí mi otra mano entre sus piernas y la coloque sobre su sexo dejando mis dedos resbalar ligeramente en su interior. Me encanta notar como se relaja en mis brazos, besar su espalda, sus hombros o su nuca, notar como su respiración disminuye, sentir como se duerme. Así siento que la poseo y la protejo a la vez. Así podría estar toda la vida, así podría morirme.
Va de: Relatos
Dias de Lluvia
Que bonitos los días de lluvia, cuando todos esos modorros que abren el
paraguas cuando caen cuatro gotas ( Las he contado, rigor ante todo) se
empeñan en intentar sacarme los ojos o incrustármelos en el cogote. Yo entiendo que soy alto, lo entiendo, y se que esa altura resulta proclive a que me lleve paraguazos, pero oigan, es que se giran ustedes sin control ninguno, como si la calle fuera suya que diría Fraga, y claro luego cuando uno los aparta, se quejan ustedes de malos modos, no si encima la culpa es mía por no dejarme sacar los ojos con calma y talante.
Primera mención especial para todos aquellos que cuando llueve de verdad y hasta para un cerebro privilegiado como el mio le resulta imposible contar las gotas ( Vamos un chaparrón gordo), andan por la zona cubierta con sus lustrosos paraguas abiertos mientras los que por olvido, azar o mala suerte no los llevamos nos tenemos que joder y andar por donde cae toda el agua, os amo con locura y pasión.
Segunda mención especial para todos aquellos conductores que estiman gracioso pasar a toda leche por los charcos, aprovecho este pequeño espacio para cagarme en vuestra estirpe y mentaros a la madre que os pario.
VLADIMIR Y KATYA. Final.
Parte 3
Condujo al coche al límite del código de circulación, saltándoselo a veces. Intento
templar sus nervios fumando un par de cigarrillos mientras el coche lo iba
acercando a su destino. Tres cuartos de horas después, la mansión que su tío poseía
a las afueras de Madrid apareció ante sus ojos. Detuvo el coche junto a la
puerta. Tomo la pistola, la escondió bajo la chaqueta, en su espalda y bajo del
vehículo, delante de la puerta había una garita donde un guardia veía una peli
porno, el apareció tan de repente que este no tuvo tiempo a quitarla del
monitor del PC.
-Disculpa, Vlad, no te oí llegar. – balbuceo el guarda.
- ¿Así vigilas tú? - respondió el furioso.
- Yo…- intento defenderse el guardia.
- Abre- le corto el secamente.
- Pero su tío debe estar durmiendo- adujo el guardia, temeroso de hacer
enfadar al gran jefe.
- ¿Y acaso te crees que vendría aquí a estas horas si no fuera importante?, además
seguro que está muy interesado en conocer tus virtudes como guarda. - amenazo
Vlad.
- No le diga nada, señor, no volverá a ocurrir. - suplico el guarda.
- Abre de una puta vez o acabaras limpiando de semen las cabinas de algún sex
shop- respondió Vlad. Por fin el guarda abrió y el entro en la mansión, tuvo
que caminar más de cien metros para llegar a la puerta principal de la casa. Allí
encontró dos guardias más que le abrieron la puerta sin hacer preguntas, lo conocían
e imaginaron que si había franqueado la verja seria porque el jefe estaría esperándolo.
Entro en la inmensa vivienda y subió las enormes escaleras que llevaban a las
habitaciones y al salón. Abajo dormía el servicio, los guardias y estaba la
cocina. Tras subir las escaleras,
detecto el sonido de una televisión proveniente del salón, abrió la puerta y se
encontró a su tío mirando el televisor de frente a él. A su lado una rubia
operada de varios sitios y en ropa interior comía palomitas que cogía de un
bol. En la esquina más alejada, Karpov el guardaespaldas de más confianza de su
tío se mantenía quieto como una estatua. Se preguntó qué pensaría Karpov si
supiera que Anatoli estaba muerto, eran grandes amigos, si es que entre
aquellos seres podían considerarse amigo a alguien.
- ¡Hola sobrino! ¿Cómo tu por aquí tan tarde? - pregunto su tío- déjanos- prosiguió
dando un golpe a la rubia en el muslo. Esta se fue por una puerta lateral sin decir
nada. Vlad se acercó y se sentó en un sillón a lado del sofá donde su tío
descansaba. Este tomo una copa de whisky con hielo que tenía sobre la mesa y
puso los pies sobre la misma.
- Dime Vlad. ¿Qué sucede? –pregunto su tío sin mas preámbulos.
- Preferiría hablarlo en privado, tío, sino te importa.- contesto el.
- Karpov es de mi total confianza. - respondió su tío. Vlad no se amínalo,
su mentira consistiría en parte de verdad.
- Esta bien, he pillado a algunos de nuestros hombres robando. - solto
Vlada.
- ¿Quiénes? - pregunto su tío sin cambiar el semblante de su cara.
- Anatoli y Pavlov estaban en el ajo seguro, puede que más gente de la zona
sur, pero tendría que investigar más. - repuso Vlad.
- ¿Y cómo lo has sabido? - pregunto de nuevo su tío, alargando la mano para
coger un cigarro. Lo prendió y espero la respuesta.
- Las cuentas no me cuadraban desde hace algunas semanas, así que decidí acercarme
a verlo, a su piso. Los encontré metiendo dinero en una bolsa. Anatoli trato de
coger una pistola y he tenido que matarlos. - mintió Vlad.
- ¿A los dos? – pregunto su tío sorprendido. Vlad asintió. - Ves Karpov, te
dije que mi sobrino valía, se ha cargado a dos tíos sin pensárselo. – prosiguió
su tío. Karpov se acercó dando largas zancadas-
- No me creo que Anatoli te traicionara. – dijo cuándo se situó detrás del sofá.
- ¿No lo crees? - le pregunto su jefe. Karpov negó con la cabeza y deposito
su mirada sobre Vlad.
- Yo tampoco- contesto su tío. Antes de que Vlad pudiera moverse, su tío le había
puesto una navaja en el cuello y Karpov apuntaba su Desert Eagle su cabeza.
- Puto traidor- dijo su tío, haciéndole un corte en la mejilla con un rápido
movimiento. –Pero lo vas a pagar, con creces- le escupió a la cara mientras
apartaba la navaja.
- ¡Andrei! - grito su tío acto seguido. Tras el grito, la puerta se abrió y
entro Andrei arrastrando a Katia del brazo, detrás iba la Madame. Vlad trato de
levantarse, pero Karpov lo golpeo con la culata de la pistola. Un dolor
lacerante estallo en su cabeza y noto como su visión se emborronaba. Karpov
aprovecho para acercarse y le puso unas esposas de plástico que apretó con
fuerza. Cuando logro recuperarse tu tio se habia acercado a Katia.
- Asegúrate de que lo vea. - le ordeno a Karpov, este le levanto la cabeza obligándole
a mirar, la sangre corría por su mejilla derecha. Su tío abofeteo a Katia un
par de veces y comenzó a arrancarle la ropa. La media hora siguiente fue una
tortura para Katia y para él, tanto su tío, como Karpov y Andrei violaron a
Katia tanto por delante como por detrás. Hasta la madama ayudo sujetándole los
brazos. Vlad intento moverse un par de veces más, pero lo molieron a culatazos,
ahora su cara estaba totalmente cubierta de sangre. Al final se desmayó.
Cuando se despertó, noto como unas manos lo sacaban de una furgoneta,
llevaba la cara tapada por una capucha. También escucho unos leves gemidos, en seguida
supo que venían del cuerpo torturado de Katia. Lo arrastraron y lo pusieron de
rodillas, una mano arranco la capucha y pudo ver en la penumbra que los focos
de los coches creaban a su derecha a Katia, no lloraba, miraba al frente. El
giro la cabeza para mirarla, ella le devolvió la mirada y en ella pudo ver el
mismo afecto que había visto cuando eran adolescentes.
Noto la mano de Katia agarrar las suyas. Logro leer sus
labios, “Gracias, Vlad”. Luego todo se apago…
Va de: Relatos
SIN TITULO, Completa. Escrito en 2011
SIN TITULO
Entro en el edificio
acristalado como cada día, vestido con un traje como cada día, con el mismo
maletín de siempre, las mismas dos personas en recepción, la guapa Ana,
estilizada, rubia, de uñas pintadas a juego con el carmín rojo de sus labios,
enchufada seguro por algún capullo de los de arriba. La otra como no, era la
simpática Cristina, ella era la que trabajaba de verdad, la que siempre tenía
una sonrisa para cada persona que entraba, siempre dispuesta a echar una mano
con lo que fuese. Las saludo al pasar la tarjeta para fichar, Ana le hizo un
gesto con la mano y automáticamente volvió a mirarse las uñas mientras mascaba
chicle, Cristina le sonrió y le deseo un buen día en la oficina. Él se encamino
hacia la derecha, hacia los ascensores, echo un vistazo de pasada a la
cafetería donde algunos compañeros apuraban el primero de sus cafés y
comentaban el Derby del sábado. Le hubiera gustado pararse, pero tenía que
ponerse al día con los resultados del semestre anterior, tenía que presentarlos
el miércoles ante sus jefes y era consciente de su retraso.
En la puerta del ascensor se
encontró, con Vázquez, aquel hijo de puta que trataba a todo ser inferior como
mierda, siempre bien peinado, sin arrugas en su traje de ¿cuánto? doscientos,
trescientos, quinientos euros, quien coño sabe, en ese momento le echaba la
bronca a su secretaria por alguna llamada que le había pasado, el muy cabrón la
sujetaba del brazo, cuando él se acercó noto como el muy cerdo retiraba la mano
de ella, pero continúo hablándole en tono duro.
- Buenos días señor Vázquez,
buenos días señorita Pérez, - saludo decidido a interrumpir la reprimenda.
- Buenos días Lasarte, ¿qué tal
lleva la presentación de resultados? - contesto él.
- Buenos días- dijo ella
mientras se apartaba de su jefe con presteza.
El, comenzó a hablarle a su
jefe, sobre el trabajo que estaba realizando, mientras entraban en el ascensor.
Vázquez pulso el botón de arriba, vigésimo primer piso, allí donde los cuatro
jefes tenían sus despachos y se encontraba la sala de reuniones, el pulso el
once, departamento de finanzas. El ascensor se puso en marcha, y Vázquez volvió
a pulsar el número once.
- Permítame que subamos
primero, tenemos mucho que hacer, seguro que a usted no le importa subir y
luego bajar, ¿verdad, Lasarte? - pregunto el mirándole fijamente.
Él se tragó la bilis, siempre
hacia cosas como esa para demostrar su superioridad, se la ponía dura supuso
el.
- Como no señor Vázquez - dijo.
"Así te atropelle un tren", pensó.
El ascensor ascendió veloz
hacia el piso veintiuno, cuando vio pasar el número once de largo, apretó el
puño de la mano libre. Trato de no pensar en ello y concentrarse en el trabajo
a realizar, no pudo, en un momento oyó la voz mecánica y metálica anunciar
"Piso 21, tenga un buen día". ¿Quién coño había tenido la idea de
instalar esa mierda de voces en los ascensores?, al principio podían resultar
simpáticas incluso graciosas, luego tan solo resultaban molestas, muy molestas,
lo mejor es que cambiaban de saludo según la hora del día, también decían
"Pase buena tarde".
Se despidió del señor Vázquez y
la pobre secretaria deseándoles un buen día, igual que la puta voz del ascensor
y pulso el botón once, pensó en lo gracioso que sería asociar la voz a la
persona que entrase en el ascensor, por la huella digital o algo, así a él le
saludaría con un "Buenos días, Lasarte, pase usted buen día lamiéndole
el culo a tus jefes", a los de la limpieza algo así como
"Bienvenido a un nuevo día de limpiar meados ajenos, pringado" y a Vázquez
pensó seguro que le adularia "A sus pies excelentísimo señor Vázquez, le
encuentro muy guapa esta mañana", sonrió pensando en su propio cinismo,
pensó en Kristy, compañera suya en finanzas, una mujer de treinta y pocos ,
guapa, inteligente y con un culo que quitaba el hipo y las ganas de trabajar ,
sopeso como la saludaría el ascensor a ella cuando escucho la voz. "Piso once".
La puerta se abrió, el miro
sorprendido como en vez de su oficina aparecía una pared con el número once
marcados.
- Mierda- dijo en alto.
Apretó el botón del bajo, nunca
le había pasado eso en aquellos modernos ascensores, pero si alguna vez en uno
de sus veraneos en la costa de Málaga, normalmente se solucionaba. El ascensor comenzó
a moverse hacia arriba. El miro los botones y observo que no había ningún botón
luciendo. "He pulsado el bajo, joder, ¿si no hay nada brillando porque se
mueve esta mierda?" pensó, comenzó a ponerse nervioso, pero decidió
esperar a que aquello parase, cuando paso un minuto se preocupó, no podía
tardar tanto en llagar arriba, por encima del veintiuno solo había otro piso más.
Pulso el botón de Stop el ascensor paro, pulso el piso veintiuno, allí el
ascensor había parado bien", el ascensor descendió durante veinte segundos
"¿Veinte?, que coño le pasa a esto, no es normal".
Las puertas se abrieron y
volvió a encontrarse una pared, esta vez con el numero 57 escrito, retrocedió
un paso para mirarlo bien.
- ¡Joder, pero que puta mierda
es esta! - grito golpeando el panel de mandos.
La voz metálica volvió a sonar,
esta vez era una voz masculina, y la frase termino en una risa siniestra.
¿Esperabas otra cosa? - le dijo
aquella voz........
Al oír la voz retrocedió y
choco contra la parte trasera del ascensor, trago saliva, sintió el sudor en la
palma de sus manos, soltó el maletín y se abalanzo hacia los botones, pulso frenéticamente
el botón de alarma.
- ¡Vamos, vamos, vamos joder,
vamos!
La siniestra risa volvió a
sonar, cada vez que pulsaba el botón de alarma.
- ¡Hijos de puta, esto no tiene
gracia, sacarme de aquí, os voy a matar! - grito.
- ¿A quién le hablas?, nadie te
oye, vamos a pasear - la voz volvió a sonar, el ascensor ascendió de repente a
gran velocidad, se tambaleo y termino cayendo sobre el suelo del ascensor.
- ¡Páralo, páralo joder! -
grito desesperadamente.
El ascensor paro casi en seco y
se golpeó la cabeza contra la pared, se llevó la mano al sitio golpeado
mascullando una imprecación.
- Ascensor, detenido, ¿Ahora qué?
- resonó la voz.
- Abre hijo de puta, sácame de
aquí- respondió el, levantándose.
Las puertas se abrieron, como
sus ojos de par en par.
- ¿Esperabas otra cosa? -
repitió le mecánica voz.
Apareció en la recepción, en
ella sus compañeros jaleaban a Pérez que sujetaba un hacha de esas de romper en
caso de incendio entre las manos, a sus pies Vázquez, atado, trataba de
alejarse de ella. Uno de sus compañeros subió y pateo a Vázquez recibiendo los
aplausos de sus compañeros, se giró y levanto un vaso hacia la multitud, un
gesto triunfante, portaba un cigarro en la boca, observo que todos estaban más
o menos borrachos, y la mayoría fumaba. De pronto la atención de la gente se concentró
en otro lugar que él no podía mirar.
- ¿Pero qué coño es esto? - preguntó
en voz alta.
- A mí que me cuentas, solo soy
la voz del ascensor - le respondió el techo.
Sin saber porque salió del
ascensor y se encamino hacia el gentío, algunos le miraron, pero pronto dejaron
de prestarle atención, pugnaban por un lugar para ver el nuevo espectáculo, encontró
a Gómez y a Maestre compañeros de finanzas entre la gente.
- ¿Qué coño pasa aquí? -
pregunto
Gómez le dirigió una mirada de
arriba abajo con sus ojos bovinos, le lanzo algo parecido a una sonrisa y
volvió a dedicarse a empujar al que tenía delante, este se giró y le lanzo un
puñetazo, Gómez cayó en el suelo inconsciente. Maestre pareció tardar en
reconocerlo cuando lo hizo le paso una mano por el cuello, y le comenzó a
gritar.
- ¡Lasarte, que cara más larga
cojones, estas amargado, vamos echa un trago! - le acerco una botella de whisky
que había sacado de quien sabe dónde- ¡¿No quieres?, joder Lasarte eres un
jodido aburrido, vamos a mirar que pasa.!
Sin esperar su respuesta, fue
hacia delante, levanto la botella para echar un trago y la bajo al instante.
- Mierda, se ha terminado,
bueno al menos nos hará un servicio- dicho esto golpeo con la botella a un tío
bastante grande que se interponía en su camino, el tío se apartó acobardado
mientras Maestre se reía como un demente y lo amenazaba con la botella rota.
Una vez eliminado el obstáculo visual que presentaba la espalda de aquel tipo
lograron ver que estaba pasando.
Un par de tipos, uno de
seguridad, rubio, alto y con unos brazos de tamaño considerable, seguramente
uno de los de seguridad, sujetaba a Cristina la de recepción mientras otro tipo,
un tío con el pelo rapado, trataba de sujetarle las piernas, le habían arrancado
la camisa, y se podía ver un sujetador negro entre los jirones, se debatía
furiosamente, mientras el rapado destrozaba su ropa en sus intentos por
sujetarla. Cuando se cansó de no conseguirlo le soltó las manos de repente y le
lanzo un bofetón que giro completamente la cara de Cristina, el rubio lanzo una
carcajada, la muchedumbre se entusiasmó, especialmente la otra recepcionista
Ana que abrazada a otro de los de seguridad, reía a carcajadas, su compañero
parecía más concentrado en sobarle el trasero.
-Joder, ¿qué coño hacen? - se preguntó,
sabía perfectamente que hacían, pero no pudo evitarlo.
- ¿Que hacen?, pasarlo bien, a
ella le gusta, ¿Es que no lo ves? - repuso Maestre, Lasarte observo sus ojos
enrojecidos, las gotas de sudor que perlaban su cara, y esa sonrisa macabra y
estúpida que parecían tener todos menos el en aquel grupo.
"Jodido loco" pensó.
Se oyó otro bofetón, esta vez
Cristina cayó al suelo el Rubio paso a sujetarle los brazos mientras el rapado
levantaba su falda y se echaba sobre ella, el griterío se volvió ensordecedor.
Maestre se lanzó hacia el trio, se arrodillo junto a ella y comenzó a sobar sus
pechos. Lasarte miraba mientras su cabeza trataba de procesarlo todo,
"Están todos locos, joder, si hago algo estos tarados me crujen”.
- ¡Eh! Quien cojones eres,
espera tu turno ¡- el rapado no parecía estar contento de la intromisión de
Maestre- ¡Quita tus manos de ahí, ponte a la cola cabrón! - dijo mientras
empujo a Maestre, este callo de culo mientras el resto le señalaba y reía, el
rubio lo miraba sonriendo.
- ¿Qué hago?, ¿Qué hago? - se levantó
trabajosamente, mientras hablaba, el rapado se había vuelto a centrar en
Cristina, no lo vio venir, Maestre le lanzo un corte al cuello con la botella
rota, el rapado puso cara de no entender nada mientras la sangre brotaba de su
cuerpo.
- ¡payaso!, ¡payaso!, ¡Esto
hago, esto hago!, ¡payaso! - le grito en la cara al rapado que trataba de
detener la sangre con sus manos, Maestre le pego una patada en la cara con la
suela de los zapatos y el rapado cayó de espaldas. El rubio se levantó soltado
a Cristina y miro a Maestre, este adelanto la botella rota.
- ¿Tú también quieres? , ¿Otro
payaso?, seguro que sí, ¡Payaso!- los insultos proferidos por Maestre no
parecieron gustarle al rubio, el jodido buey tenia sentimientos, pensó Lasarte,
el rubio se adelantó hacia Maestre que adelanto la mano de la botella rota y le
hizo un ademán amenazante, Cristina en el suelo observaba lo que pasaba, y se apartó
hacia una columna donde apoyo la espalda, tenía la cara morada, sangre en los
labios y la ropa destrozada, se bajó la falta y parecía buscar su otro zapato,
todo eso mientras el rubio y Maestre giraban uno en torno al otro con el rapado
desangrado ejerciendo de inútil arbitro y unas cien personas gritando, lanzando
imprecaciones y jaleando.
El circo romano se le vino a la
cabeza a Lasarte, "El puto circo romano y yo aquí, tengo que hacer algo,
ahora que parecen entretenidos". Miro hacia donde se encontraba Cristina y
salió de la primera fila de espectadores, camino con aire perdido por detrás de
la gente y logro acercarse a la columna, se agacho y susurro al oído de
Cristina.
- Voy a intentar sacarte de
aquí. -
- ¡Cabrones, soltadme! ! ¡Sacarme de aquí Hijos de puta! - estuvo gritando un par de minutos, recorriendo todo su repertorio de improperios. La puerta se abrió despacio y un par de desconocidos entraron en la estancia. Uno de ellos llevaba la camisa llena de sangre, en la mano portaba la hoja y el mango de un corta folios. El otro iba directamente sin camisa, tan solo con los zapatos y los pantalones del traje, tenía una melena castaña, en el brazo tenía alguna especie de quemadura. Ambos le sonrieron burlones, y el del corta folios le soltó una ostia.
- No chilles, algunos tenemos que trabajar- aquella frase les hizo desternillarse de risa, se reían como dos dementes repitiendo y explicando el chiste, Lasarte miraba al suelo acojonado. Tras un par de minutos, lograron controlarse.
- Vete a por el Santi, le gustara saber que este payaso se ha despertado - dijo el descamisado. Aquel tipo se dedicó a silbar una canción mientras el del corta folios cumplía la tarea que le habían encomendado. Lasarte aguardo quieto con los ojos cerrados, tratando de hacerse a la idea de lo que estaba por venir. Oyó unos pasos, cuando abrió los ojos, lo que vio lo dejo sin aliento. Santi y su compañero de seguridad, el moreno había entrado, Ana la de recepción iba colgada de su brazo, del brazo de Santi iba Cristina. Lasarte trato de articular palabra mientras aquel grupo se reía de él, aquella risa hizo que la rabia saliese a flote.
- ¡Puta!, me juego el cuello por ti y tú te vas con ellos, maldita zorra debí dejar que te violasen - escupió las palabras.
- Cariño, ¿vas a dejar que me hable así? - le dijo Cristina a Santi en tono meloso y haciendo pucheros.
- ¡Suéltame y veras lo que te hago, pedazo de puta! - grito él. Santi le hizo un gesto al descamisado que le dio un par de sopapos a Lasarte, este comenzó a llorar de impotencia notando como las náuseas se acumulaban.
- ¿Porque no nos lo llevamos y jugamos un rato con él, te gustaría verdad que sí? - Santi se dirigió a Cristina, el agarro del culo y la beso. Esta asintió efusivamente.
- No me parece buena idea - dijo el moreno. "A mí tampoco me apetece jugar" acertó a pensar Lasarte, ese pensamiento le hizo aflorar una sonrisa.
- Venga Mario, hacemos una cosa, yo me quedo con este y tú con la madera. - le respondió Santi.
"¿Madera?" Lasarte supuso que la policía había ido al edificio, pero quedaba claro que no había logrado poner orden, es más, los habían cogido. El moreno, Mario, ahora Lasarte sabia su nombre dudo unos instantes.
- Conforme yo me quedo con ella - dijo al fin.
- ¡Traerlo! - indico el rubio al descamisado y al loco del corta folios, este rompió las ligaduras de Lasarte y lo levanto, salieron de aquella estancia y caminaron, por el camino Lasarte oyó risas, gritos, insultos y vio a un montón de desconocidos y otros que si conocía. Bajaron a la primera planta, allí el espectáculo se tornó aterrador, vio a Pérez, vestida solo con una gorra de policía, golpeaba a otra chica, Lasarte la conocía de vista, también era secretaria de uno de los de arriba. Dos policías yacían tendidos en un charco de sangre, otro más estaba atado a una columna y cuatro tipos se afanaban en darle golpes, el cuarto, o la cuarta mejor dicho también estaba atada.
- ¡Traerme a esa, y quiero una pistola! - el moreno se dirigió al del corta folios, este dejo a Lasarte en manos del descamisado. Lasarte siguió mirando a su alrededor, Vázquez, su desagradable jefe yacía colgado por los pies del techo, contemplo más cadáveres, vio el del tipo al que había roto la mano con la puerta horas atrás. Y también el de su compañero Gómez. De pronto oyó un grito, el del corta folios trataba de quitarle la pistola a otro tipo, este se negaba, desde su posición Lasarte no entendía lo que decían, pero la discusión subía de tono, el del corta folios pareció desistir y se dio la vuelta tirando de la policía, de pronto volvió a girarse y clavo el corta folios en el cuello del otro tipo que cayó al suelo muerto. "Se matan unos a otros, están todos locos" - pensó Lasarte. El del corta folios llego corriendo, sonriendo, le entrego la pistola al moreno y se limpió la sangre de su arma en la camisa. La policía, miro a Lasarte, este le devolvió la mirada y vio las marcas de golpes en su cara, tenía los ojos enrojecidos de haber llorado, el pelo moreno alborotado. Ella torció el gesto y volvió a mirar al suelo. Sonó un disparo y Lasarte oyó un grito aterrador, uno de aquellos locos había disparado a otro, a saber, por qué.
- Debemos coger las pistolas - le dijo el moreno al rubio. Este asintió.
Caminaron hasta la planta baja y encerraron a Lasarte en un cuarto de calderas, lo esposaron a una cañería y se fueron. Lasarte se sentó en el suelo contemplando aquellas esposas, maldijo en silencio a Cristina y maldijo su suerte, tenía sed, pensó en comida, pero el pensamiento le dio nauseas. Estuvo pensando durante un rato, se durmió con un pensamiento optimista, "lo mismo se matan todos".
No sabría decir cuánto habría dormido, cuando sintió que alguien le zarandeaba, abrió los ojos y se encontró ante sus ojos con la cara de Cristina.
¡Suéltame puta! - le dijo, Cristina le dio un golpe en la cabeza.
- Habla más bajo imbécil- susurro, -vengo a sacarte de aquí. - Cristina abrió las esposas con una llave y le tendió una mano. Lasarte la cogió y se levantó.
- ¿Y el rubio? - pregunto. Cristina se echó una mano a la espalda y saco una pistola.
- ¿Sabes disparar? - pregunto esta vez Cristina, el recordó los tiempos en que tiraba con relativa frecuencia con la escopeta de su abuelo, asintió, prefería tener el arma él. Ella se la paso. - Salgamos de aquí, vamos arriba. - dijo ella. Lasarte la siguió, subieron hasta el vestíbulo por las escaleras, era de noche y pudo oír a gente roncar, el cadáver de Vázquez, lanzaba siniestras sombras desde su desdichada posición. Llegaron a los ascensores, Lasarte dudo pensando en la voz siniestra, pero entro. "No puede ser peor que este atajo de locos".
- Tenemos que intentar comunicarnos con el exterior- dijo Lasarte, ella lo miro y afirmo. Lasarte pulso el botón de su planta, el ascensor se cerró y comenzó a ascender.
- ¿Otra vez tú?, ¿cómo te va? - aquella voz metálica volvió a surgir de la nada, Cristina se apretó a él.
- ¿Qué coño es eso? - pregunto asustada.
- No tengo ni idea- respondió el, poco tranquilizador.
Una vez más sonó la risa.
El ascensor se detuvo en la planta once, Lasarte rezo para que no volviese a aparecer una pared ante sus ojos. Las puertas se abrieron, Lasarte lanzo un largo suspiro, al ver aparecer ante sus ojos los despachos donde había trabajado los últimos tres años, salió rápido del ascensor y enfilo el camino hacia su oficina, no parecía que en aquella planta hubiese habido jaleo. Abrió la puerta de su despacho, le indico a Cristina que pasase y cerró la puerta. Descolgó el teléfono con la esperanza de poder contactar con alguien, el aparato no le devolvió señal.
- No da tono- dijo lacónico dejando caer el auricular.
- ¿Internet? - pregunto Cristina esperanzada. Lasarte la miro y sonrió, encendió su sobremesa y tamborileo nervioso con los dedos sobre la mesa mientras esperaba a que el sistema cargase, en la pantalla apareció el mensaje de bienvenida, tremendamente absurdo en aquel contexto, y la imagen de sus vacaciones en Florencia que le servía de fondo de pantalla, observo el icono de red, tampoco había señal, aun así, abrió el navegador, pero este solo le devolvió pantallas de error, frustrado golpeo el monitor con fuerza. En aquel momento las heridas recibidas y el cansancio acumulado hicieron presa en él, se llevó las manos a la cabeza, trato de aguantar las ganas de llorar.
- ¿Qué hacemos? - pregunto Cristina, Lasarte la miro, la rabia afloro.
- ¡Y yo que coño se!, ¿Crees que tengo experiencia en este tipo de cosas?, ¡solo soy un jodido contable!, ¡tú haz lo que quieras joder, ya eres mayorcita! - Lasarte lamento el tono y las palabras dichas nada más terminar de hacerlo, Cristina no le respondió y se sentó en la butaca que quedaba libre mirando al vació. Pasaron los minutos y el silencio se hizo pesado, Lasarte trataba de pensar en alguna manera de salir de allí, pero no encontraba ninguna que no supusiese un riesgo, rebusco entre los cajones y encontró un par de chocolatinas, le gustaba el chocolate y solía tener reserva para los días en los que tenía que quedarse tarde a trabajar, puso uno delante de Cristina, esta le agradeció el detalle con un gesto con la cabeza. Abrieron los envoltorios y comieron en silencio.
Cristina termino de masticar y se chupo los dedos, aquel detalle saco a Lasarte de su ensimismamiento, "Esta buena", pensó, lo siguiente que pensó fue que podía alegrarse de pensar en aquellas cosas en aquellas circunstancias. Cristina se levantó, Lasarte la siguió con los ojos, ella miro por la ventana, luego la abrió y se asomó.
- ¡Ven! - dijo volviéndose.
- ¿Qué pasa? - pregunto el levantándose y acercándose a la ventana, Cristina le cedió su sitio y él se asomó, debajo suya pudo ver una docena de coches de policía, había cientos de personas en la calle, distinguía los uniformes azules parapetados tras los coches, dos furgones más grandes aparecieron, supuso que serían los Geos, deseo que lo fuesen. Comenzó a quitarse la camisa dispuestos a hacerles señales, Cristina sonreía.
- Estamos sali...- la frase fue interrumpida, por otra dicha en tono burlón.
- ¿Dónde estáis, venir con papa? - decía la voz, Lasarte reacciono rápidamente, y se agacho tras el escritorio tirando de Cristina.
- Quédate aquí- le susurro, él se acercó hacia la puerta, oyó ruido de cristales, supuso que aquellos locos estarían rompiendo todo, saco la pistola y la miro durante unos segundos, comenzó a oír risas y pasos acercándose y aquella voz repitiendo la misma pregunta.
- ¿Dónde estaaaais?- el tono burlón lo enfureció, abrió la puerta con fuerza, ante el aparecieron dos tipos, eran los dos tipos que lo habían ido a buscar cuando estaba atado, el descamisado y el del corta folios.
El segundo lo miro fijamente.
¡Aquí estas!, ven con papa- dijo, el descamisado se carcajeo y ambos comenzaron a andar hacia él. Lasarte levanto la pistola, aquellos dos tipos no parecieron impresionados y dieron otro paso, sonriendo como dos hienas.
- ¡A la mierda! - Lasarte apretó el gatillo, una, dos, tres, hasta siete veces, vio con satisfacción caer a los dos tipos, entre aullidos de dolor, al descamisado le había destrozado la cara con una de las balas, el del corta folios seguía respirando en el suelo, con el pecho marcado por tres manchas rojas.
- Hijo de puta - acertó a decir, Lasarte se acercó a él, despacio apuntándolo con el arma, el tipo trataba de encontrar su corta folios en el suelo palpando con las manos sin dejar de insultarlo. Lasarte apunto el arma a la cabeza del tipo, cerró los ojos y disparo, lanzo un suspiro sin abrir los ojos, cuando los abrió solo tuvo tiempo de girarse rápidamente, el segurata moreno había aparecido al final del pasillo con una pistola, Lasarte escucho los tiros, recorrió los tres o cuatro metros que había hasta su despacho a grandes zancadas y se lanzó dentro sintiendo las balas silbar a su alrededor, se apartó del hueco de la puerta.
- ¡No te muevas Cristina, no te muevas! -grito, ella no respondió, pero pudo oírla sollozar, pensó en tratar de cerrar la puerta, pero eso lo dejaría expuesto a las balas del moreno. Se puso de espaldas al suelo con la pistola levantada apuntando a la puerta.
- ¡Sal cobarde! - grito el moreno desde fuera.
- ¡Ven tu si quieres! - le respondió el gritando con voz ronca. Notaba el sabor metálico del miedo en la boca, el sudor recorriendo su cara, su cuello y la palma de sus manos y el latir desbocado de su corazón. Una tercera voz apareció en escena.
- Ve a por él, me aburro y quiero divertirme - dijo aquella voz, era una voz femenina, la de Ana, aquella estúpida de recepción, al oírla volvió a enfurecerse.
-! ¡Ve a por él me ha dicho puta! - grito ella.
- ¡Calla joder, tiene una pistola! - le respondió el moreno. Lasarte sonrió para sí.
- ¡Puta porque no vienes tú, te daré algo para que no te aburras! - grito Lasarte.
- ¿Vas a dejar que me insulte?, ¡Eres una mierda! - grito ella histérica.
- ¡Que te calles te he dicho joder!, ¡o te callas o te doy una ostia! - respondió el moreno nervioso, Lasarte comenzó a gritarle puta a la chica, cada vez más fuerte. Ana continúo reprochándole al moreno su cobardía mientras Lasarte se levantaba, se acercó a la puerta sin dejar de insultarla, el moreno grito por fin.
- ¡Que te calles joder, de una puta vez, zorra de mierda! - Lasarte dio un paso y se situó en el umbral de la puerta, el moreno golpeaba a la chica con la pistola, ella se defienda y añoraba a su agresor. Lasarte apunto y disparo hasta que el cargador quedo vacío, los vio caer juntos en un charco de sangre entremezclada, volvió a sonreír para sí, "Estúpidos”.
- Ya puedes salir Cristina- dijo girando la cabeza hacia el despacho, Cristina se levantó y lo miro, echo un vistazo a los cadáveres y luego lo miro a él.
- Gracias- dijo, el no contesto, Cristina miro por la ventana.
-! ¡Han entrado, la policía ha entrado! - grito, luego se acercó a Lasarte, este le tomo la mano y comenzaron desandar el camino hacia los ascensores, saltaron sobre los cadáveres del descamisado, el moreno y los otros, Lasarte recogió la pistola del moreno y tiro la que estaba vacía.
Se metieron en el ascensor, Cristina pulso el botón del bajo.
- Sobre lo que te dije antes.... lo siento, estaba fuera de mi- le dijo Lasarte a Cristina, esta le apretó la mano y sonrió.
- No te preocupes- respondió, observaron los números descender, once, diez, nueve.... ambos anhelaban salir de aquella pesadilla. El ascensor se detuvo al fin, cuando las puertas se abrieron, escucharon multitud de disparos, salieron con precaución sin soltarse las manos. Lasarte se asomó al vestíbulo, este era un caos de policías disparando, hombres muertos, otros corriendo y otros gritando heridos, vio a la policía que aquellos locos habían tomado prisionera horas antes, encañonaba con una pistola a dos de ellos. Los disparos amainaron, Lasarte se quitó su camisa y la agito, avanzo un par de pasos para mostrarse.
¡No disparéis! - grito con todas sus fuerzas. Algunos policías se giraron hacia él, apuntándolo con sus armas, él se agacho para dejar la suya. Se quedó mirando como dos de aquellos uniformados se acercaban a su compañera, esta les sonreía, cuando llegaron a su altura uno de ellos dijo.
- Vaya eres toda una heroína- aquel tono de voz hizo ponerse en guardia a Lasarte, quiso advertir a aquella chica, pero las palabras no salieron de su boca, el policía que había hablado disparo su escopeta contra la mujer y los dos tipos que custodiaba, a su vez aquellos policías que los apuntaban a ellos abrieron fuego.
- ¡Vámonos Cristina-grito, tiro de ella hacia el ascensor.
- ¿Qué pasa? - dijo ella sin comprender. El no contesto, "también están locos, infectados o lo que coño sea que le pase a todo el mundo" pensó. Las balas silbaron a su alrededor, Lasarte pulso el piso veintiuno según entraba en el ascensor, disparo a un par de policías mientras las puertas se cerraban, pudo ver a uno contraerse y soltar su arma. Cuando las puertas se cerraron...
- Pablo- susurro Cristina, a Lasarte le resulto bonito oír su nombre en aquel momento, miro a Cristina y luego bajo la mirada hasta donde se posaba la de ella. Vio una mancha roja en su estómago y la sangre fluir por la herida, ella empezó a caer entre sus brazos.
¡No, no, no, mierda Cristina! se lamentó estrechándola contra sí.
- ¿Esperabas otra cosa? y una carcajada siniestra, una vez más....
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