Traicion, Ultimo Acto
Al fin llego el día del todo o nada o mejor dicho, la noche. Conocía a Enrico desde hace años y sabía de sus gustos y aficiones. Tenía una especial predilección por las putas asiáticas y las mejores putas asiáticas estaban en el Dragón Rojo. Tuve que pagar una buena suma para que uno de los camareros me hiciese una llamada cuando Enrico fuese al local, no solía pasar más de una semana sin hacerlo y así fue, al cuarto día de esperar a que apareciese, el camarero llamó, Enrico iba con dos de sus guardaespaldas. Nosotros éramos cuatro, tres irlandeses y un ruso, el ruso conducía. Los otros dos también se habían pasado de bando cuando yo lo hice, crecí con ellos, eran de confianza. Tras recibir la llamada nos pusimos en marcha, todo sucedió deprisa, el ruso aparco el coche en frente del Dragón Rojo, baje con mis dos compatriotas, entramos, eché una ojeada y me encaminé a la barra. La Madame se me acercó pero mi mirada la apartó de mi camino como si de un empujón se tratase. Dejé a uno de mis hombres abajo y comencé a subir las escaleras, sabía en que habitación estaría Enrico, la de siempre, arriba del todo, al fondo a la derecha. Saqué la pistola mientras avanzaba, el otro me imitó. Ascendí el último escalón, levanté la pistola apuntando hacia la puerta, allí estaban los dos guardaespaldas. Se llevaron las manos a sus armas, nosotros disparamos, durante unos instantes todo fue ruido, humo, olor a pólvora y miedo. Vi caer a los dos hombres, uno logró tirar y acertarle en la pierna a mi compañero. Apreté el paso hasta la puerta, metí una bala en la cerradura. Luego pateé la puerta. Me recibió un disparo y un griterío femenino. Me cubrí contra la pared, asomándola descargué a ciegas la pistola. Recargué el arma mientras Enrico disparaba como un loco, no pensaba, pronto se quedaría sin balas. Volví a disparar, un grito aún más fuerte se escuchó, también femenino, escuché una maldición en italiano y unos pasos. Entré en la habitación, allí estaba Enrico, desnudo con una pistola en la mano, tratando de llegar al baño, le disparó por la espalda, dos tiros, cayó al suelo. Me acerqué, le metí otra bala más en la cabeza. Luego miré a las putas, dos estaban en una esquina llorando, otra estaba tirada al lado de la cama con una bala en el vientre. Salí de la habitación, mi compañero estaba tirado en el pasillo pálido. Me acerqué a él y le disparé a quemarropa.
Los rusos solo me necesitaban a mí y como prueba de mi valía no solo querían que matase a Enrico sino a mis amigos de toda la vida. Lo hice, al otro le gritó para que subiera, mientras lo hacía lo abatí. Luego corrí hasta la calle entre gritos y lamentos, salí a la calle y me metí en el coche. El ruso me miró, yo asentí.
Tras aquella ultima traición, me logré asentar con los rusos. Ahora soy uno más de ellos, estoy casado con una rusa, tengo dos hijos con nombres rusos y espero un tercero. No hay día en que no piense en lo que hice y me conteste a mí mismo: "Supervivencia".
Tras aquella ultima traición, me logré asentar con los rusos. Ahora soy uno más de ellos, estoy casado con una rusa, tengo dos hijos con nombres rusos y espero un tercero. No hay día en que no piense en lo que hice y me conteste a mí mismo: "Supervivencia".
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