El Precio de
un libro. Segunda Parte. “Detención”
Los dos vehículos
cruzaron Berlin a la máxima velocidad que pudieron. Los numerosos
escombros producto de los bombardeos taponaban grandes vías, en
otras brigadas de bomberos y el personal destinado a la desactivción
de bombas que no habian hecho explosion tampoco permitian el paso. En
otras calles podían verse numerosas colas de mujeres esperando para
recibir su ración de pan, carbón, mantequilla o carne. A pesar de
todo aquel caos y desolación la maquinaria de represión nazi no se
detenía nunca. En un tiempo récord teniendo en cuenta las
circunstancias se encontraron ante la puerta de una vieja casa de
aspecto noble de dos pisos. Los ocupantes de los coches bajaron, su
aspecto podía recordar al de los gangsters de Chicago, sombreros,
gabardinas o grandes abrigos de cuero. Strauss ordeno a dos de sus
hombres situarse en la parte trasera de la casa. Dos mas quedaron en
torno a los coches con la misión de impedir que cualquier persona se
aproximase a la escena. Por ultimo Strauss y su fiel Steiner andaron
hasta la puerta de la casa. Strauss golpeo la puerta un par de veces,
sonrió a Steiner y espero. Un hombre moreno de mediana estatura y
gafas de montura abrió la puerta, nada mas ver a los dos hombres
abrió los ojos y retrocedió asustado, supo recomponerse y logro
preguntar.
-¿Que desean, señores?.
-Traemos una orden de
detención contra el señor y la señor Scholz, ¿es usted el señor
Scholz?- ladro Strauss.
-Si soy yo, pero no
entiendo, yo no he hecho nada- articulo con dificultad el señor
Scholz.
-No hace falta que
entienda usted nada, hemos recibido una denuncia contra ustedes por
derrotismo, injurias contra el Führer y traición, los jueces se
encargaran de decidir si han hecho ustedes o no algo. Déjenos
pasar.- Strauss, no espero a recibir el permiso, puso una pierna en
la puerta y Steiner entro en la casa empujando al señor Scholz. Acto
seguido lo puso contra la pared y lo esposo, luego lo tiro en un
sofá. Strauss entro a continuación. Elfriede Scholz apareció en
escena ataviada con un delantal y llevando una bandeja, que callo al
suelo al ver a su marido arrestado.
-Buenas tardes, señora
Scholz, a usted también la buscábamos, haga el favor de no
resistirse, queda usted detenida- anuncio sonriente Strauss. El
semblante de Elfriede
se ensombreció, volvió a
mirar a su marido y lucho por no mostrarse débil.
-Mi marido no ha hecho
nada, señor- logro decir al fin.
-¿Quiere decir eso que
usted si, señora Scholz o mejor llamarla señora Remark?- pregunto
sonriente Strauss, encantado de asediar a su presa. - En fin, tras
los interrogatorios en el cuartel general de la Gestapo quedara mas
clara la culpabilidad de cada uno- prosiguió Strauss, a continuación
hizo una seña a Steiner que sacando otras esposas de su largo abrigo
negro procedió a ponerlas en torno a las muñecas de Elfriede.
-¿Pero y mis hijos? -
pregunto miedosa Elfriede.
-No se preocupe por ellos,
han sido recogidos de la escuela y llevados a un centro de educación
nacionalsocialista en espera de que se lleve a cabo su interrogatorio
y su juicio.- le comunico Strauss. Ella bajo la vista.
-Pero.. No...- intento
decir ella.
-¡Cállese!, sus hijos
estarán bien atendidos, no hay mejor educación que la que el
partido da a sus jóvenes. Steiner llevalos a los coches. Luego dile
a los otros que registren la casa en busca de pruebas. Steiner saco a
la pareja y encerró a cada uno en un coche distinto, ellos lograron
darse la mano antes de que los separasen lo que le hizo ganarse al
señor Scholz un puñetazo en los riñones. En la casa Strauss
contemplo algunas viejas fotografiás, en una podía verse a Elfriede
de joven con su hermana y su hermano. La recogió y la metió en un
bolsillo, luego registro unos cajones, en uno de ello encontró una
cubertería fina de plata, cogió también algunas piezas, el trabajo
tenia que se recompensando, pensó.
Luego salio dejaron a dos
hombres en la casa buscando pruebas y la triste comitiva emprendió
el camino de regreso. Strauss mismo se encargo de registrar a
Elfriede como prisionera. Luego la llevaron a una de las salas de
interrogatorios en los sótanos de “La cada de los horrores”.
Mientras Elfriede pensaba en el destino de sus hijos y marido,
Strauss notifico al general Muller la detención y pidió permiso
para iniciar el interrogatorio sin mas dilación. Muller le pidió
estar informado en todo momento de los progresos de este. Strauss
bajo las escaleras hacia el sótano, allí se reunió con Steiner y
un tercer hombre, un tipo de aspecto brutal, uno de los encargados de
golpear y torturar a los prisioneros, eso no era trabajo de un
inspector pensaba Strauss, un caballero como el no se manchaba las
manos. Antes de entrar en la pequeña habitación donde Elfriede se
encontraba detenida preparo uno de sus trucos favoritos. Le encantaba
entrar en un cuarto en el momento justo en que sonaba un grito
aterrador proveniente de los sufrimientos de otros prisioneros, esto
solía aflojar la resistencia de sus interrogados, algunos incluso se
ponían a hablar en seguida.
Cuando abrió la puerta de
golpe, el grito de un hombre que estaba encarcelado en el cuarto de
al lado resonó en toda la instancia. Otro de los animales que la
Gestapo empleaba para tales fines jugaba a introducir agujas al rojo
bajo las uñas del desdichado prisionero, que este hubiese confesado
ya de poco importaba, igual que importaba bien poco que fuese
inocente y que solo hubiese confesado para librarse del dolor. Se
había buscado un enemigo con cierto poder y ahora lo estaba pagando,
Strauss había recibido una buena suma por esa detención.
Strauss tomo asiento
enfrente de Elfriede, esta estaba atada a una silla de madera. A su
lado de pie, se pusieron Steiner y el forzudo.
-Señora Scholz, se la
acusa de traición, derrotismo, injurias contra la patria y el
Führer, sabemos que es culpable señora Scholz, solo necesitamos que
confiese, eso nos hará mas fácil la vida a todos. Elfriede miro
firmemente a su interrogador.
-Yo nunca he traicionado a
Alemania, el resto de mis afirmaciones solo responden a la verdad.-
repuso tranquilamente.
-¡Insinuá usted que es
verdad que el Führer este loco y que la gran Alemania vaya a ser
derrotada!- grito Strauss.
-Solo un loco haría lo
que el esta haciendo, solo un loco, un megalítico con complejo de
inferioridad llevaría a la muerte a tantos pobres muchachos, solo un
demente masacraría pueblos enteros, sol...- la voz fue interrumpida
por un fuerte sopapo que el forzudo le propino, Elfriede noto la
sangre caliente en la boca.
-Es usted peor que el
traidor de su hermano, es una vergüenza para Alemania- dijo con
desprecio Strauss.
-De mi hermano, de eso
trata todo esto, ¿verdad?, no les basto con perseguirle, con quemar
sus libros en una de sus estúpidas celebraciones, el libro de mi
hermano era peligroso, presentaba la guerra tal y como es, una
barbarie donde cientos de miles de hombres se matan por basura
como...- un nuevo golpe aun mas fuerte volvió a interrumpirla, pero
logro continuar. - Así son ustedes, cuando alguien les dice la
verdad golpean como animales- termino. Dos fuertes golpes mas
hicieron que la cabeza de Elfriede diese vueltas.
-El libro de su hermano
era un vergüenza, humillo la muerte de miles de valerosos soldados
alemanes en la gran guerra, su hermano era un cobarde y un traidor y
usted también lo es. Sus libros fueron bien quemados, traicionaban
el espíritu alemán y a sus valientes soldados, igual que usted,
pero usted pagara por ello. Ademas ha tenido usted la desvergüenza
de ocultar algunos de estos libros en su casa.- acuso Strauss ,
aunque esto ultimo era mentira. La Gestapo no detenía a la gente
para ponerla en libertad sino para ejecutarla o mandarla a campos de
trabajo.
Tras unas horas mas de
interrogatorios y golpes,Elfriede flaqueo, todos lo hacían era
imposible aguantar. Elfriede firmo entre lagrimas un confesión
completa que Strauss guardo sonriente en una carpeta. Luego la
sacaron de aquel cuarto y la metieron en un camión. Su destino eran
las afuera de Berlin, a otro lugar oscuro, otro de aquellos lugares
de los que los berlineses preferían no hablar, la prisión de
Plöztensee. Allí las humillaciones siguieron, tuvo que desnudarse
delante de sus guardianes, entre las risas y los comentarios soeces
de los mismos. La registraron en todos sitios, incluidos aquellos mas
íntimos. Luego la rociaron de una sustancia supuestamente anti
piojos que quemaba la piel, por ultimo la tiraron en una fría celda,
junto a un fino colchón, una manta llena de agujeros y un cubo para
hacer sus necesidades. Logro tumbarse en el colchón, pensó en su
marido, en sus hijos ahora sujetos a las enseñanzas nazis. Rememoro
los años en Osnabruk junto a sus hermanos, pensó en sus padres, sus
amigos...y lloro en silencio.